AICA.-El bien común es “un deber de justicia que recae sobre cada ciudadano. Y para los cristianos también es una misión” fue el tema que abordó papa Francisco en la audiencia general de este miércoles 9 de septiembre, que se realizó nuevamente en el Patio de San Dámaso.
En su recorrida por el lugar, Francisco se detuvo largo tiempo a saludar a las 500 personas presentes – todas, con mascarilla – apiñadas detrás de las vallas.
Bendijo rosarios y otros objetos llevados por los fieles, firmó libros y dibujos, bromeó con un grupo de religiosas africanas y las invitó a entonar un canto. Y antes de iniciar su discurso, invitó a los presentes a no estar apretujados, y pidió: “no se amontonen, permanezcan en las sillas, así evitamos el contagio”.
Al tomar la palabra, Francisco continuó con el ciclo de catequesis sobre el tema: “Curar al mundo” y habló de “Amor y bien común”. “La crisis que estamos viviendo a causa de la pandemia nos golpea a todos; podemos salir mejores si buscamos todos juntos el bien común. De lo contrario, de esto saldremos peores”.
“La respuesta cristiana a la pandemia y a las crisis socio-económicas derivadas de ésta, se basa en el amor – dijo -, ante todo, en el amor de Dios, que siempre nos precede”.
“Amo no solo a quien me ama: mi familia, mis amigos, mi grupo, sino también a los que no me aman, a los que no me conocen, o son extranjeros, e incluso a los que me hacen sufrir o considero enemigos. Esta es la sabiduría cristiana. En la santidad, el punto más alto es amar a los enemigos. Y no es fácil”.
El amor, por tanto, “abarca las relaciones cívicas y políticas” e “incluye la relación con la naturaleza. Como somos seres sociales y políticos, una de las expresiones más altas del amor es precisamente su manifestación social y política, decisiva para el desarrollo humano y para afrontar todo tipo de crisis”.
“La salud, más allá del ámbito individual, también es un bien público. Una sociedad sana es aquella que vela por la salud de todos. Un virus que no conoce barreras, fronteras, ni distinciones culturales y políticas debe ser afrontado con un amor sin barreras, sin fronteras ni distinciones. Este amor puede generar estructuras sociales que nos alienten a compartir en vez de competir, que nos permitan incluir a los más vulnerables, y no descartarlos, y que nos ayuden a expresar lo mejor de nuestra naturaleza humana, y no lo peor. El amor verdadero no conoce la cultura del descarte”.
“De lo contrario, si las soluciones a la pandemia llevan el sello del egoísmo, ya sea el de las personas, empresas o naciones, quizás podamos salir del coronavirus, pero sin duda no lograremos salir de la crisis humana y social que el virus ha puesto en evidencia y ha acentuado. Por tanto, estemos atentos, ¡para no construir sobre arena!”
“Para construir una sociedad sana, inclusiva, justa y pacífica, debemos hacerlo sobre la roca del bien común. Y esta es una tarea de todos, no solo de algún que otro especialista. Santo Tomás de Aquino decía que la promoción del bien común es un deber de justicia que recae sobre cada ciudadano”.
“Lamentablemente, la política a menudo no goza de buena fama, y sabemos por qué. Esto no quiere decir que los políticos sean todos malos. Pero no hay que resignarse a esta visión negativa, sino reaccionar demostrando con hechos que una buena política no solo es posible, sino que también es necesaria.
Es aquella que pone en el centro a la persona humana y el bien común. Esto es posible en la medida en que cada ciudadano y, de forma particular, quien asume los compromisos y tareas sociales y políticos, arraigue su actuación en los principios éticos y la anime con el amor social y político. Los cristianos, y de un modo particular los fieles laicos, están llamados a dar buen testimonio de esto y pueden hacerlo gracias a la virtud de la caridad, cultivando la intrínseca dimensión social.
Por tanto, es hora de incrementar nuestro amor social, contribuyendo todos a ello, a partir de nuestra pequeñez. El bien común requiere la participación de todos. Si cada uno pone su parte, sin dejar a nadie afuera, podremos regenerar buenas relaciones a nivel comunitario, nacional, internacional y también en armonía con el ambiente. Así en nuestros gestos, incluso en los más humildes, se hará visible algo de la imagen de Dios que llevamos en nosotros, porque Dios es Trinidad de Amor”.+
Textos: AICA
Fotografía referencial, Vatican News