Las izquierdas del odio, esa cadena de eslabones oxidados por odio y resentimiento, nos asombran cada semana ocasionándonos mucha risa cuando escriben las estupideces que los caracterizan, al criticar a empujones y como siempre sin argumentos o razones, lo que se les ocurre atacar. Lo hicieron por siete días contra el Cardenal Juan Luis Cipriani. Lo hicieron también siete días contra cualquiera que estuviese feliz de la elección del Papa León XIV y también, lo hicieron siete días por cualquier otro tema, asunto o suceso que les afecta, como por ejemplo, con relación a los baños femeninos, usados intencionalmente por hombres vestidos de mujeres “que se autoperciben como mujeres”, pero como son activistas del odio de esas izquierdas enfermas de protagonismo y maldad, tal y como se les conoce y señala, emplearon esa pantomima para propagandizarse y fracasaron, otra vez, pero peor.
Siempre usan siete días de odios a gritos, resentimientos evidentes, cólera y envidia por escrito, ira en gestos y caras de amargura, intentos de ironías, deslegitimaciones y maldades, presentándose esos progres, caviares y las hipócritas extremistas de las izquierdas, como dueños de una nueva verdad (la que ellos quieren imponer, sin ser verdad), que desde sillones en salas VIP, desde cafés barranquinos o “estarbacs de viejas solitarias y resentidas” en donde y desde donde escriben en sus celulares sus iras y frustraciones buscando que les respondan para así insultar o victimizarse cuando las ponen en su sitio, desnudándolas en su miseria humana. Y si no les responden, como que caen en una depresión aguda, hasta que llegan a sus casas para ser lo que siempre son, un mueble y un acordeón de vergüenza que nadie abraza.
Las peores expresiones provocando respuesta las usan las chismosas de barrios acomodados, esas que se dicen ser “de centro” pero que es evidente su centro izquierdismo “lejos de los cholos”, porque les asquean los pobres, los informales que “huelen mal y exportan su sudor”, como también les molesta ver a las señoras que trabajan en sus casas haciendo lo que ellas no hacen porque se malogran las uñas y las pezuñas. Izquierdistas de hipocresía y vida solitaria, a quienes nadie quiere. Esas son las fracasadas de “lo justo”, de las decenas de grupos caviares que repiten las tonterías de un mequetrefe que fue ministro quince días (por puro favor y apellido, no por capacidad ni por honestidad). Son las sagastilovers, ginocostistas, perestellistas y por supuesto, las mismas infelices que en la pandemia salían a su balcón residencial a aplaudir a las ocho de la noche lo que el criminal Vizcarra les hacía repetir, mientras decenas de miles de peruanos morían.
En esta última jornada activista, en los últimos siete días de mensajes de odio, junto a sus medios militantes se han propuesto encontrar fallas, defectos, errores y problemas en lo que sea y por lo que sea. ¿El Alcalde de Lima inauguró una pista? “Es fea, aggg, no es pista, faltan señales…” (eso escribirán en redes sociales). ¿El Papa León XIV afirmó que la familia está compuesta en matrimonio por un hombre y una mujer que se aman? “Horror, comenzó la invasión facha al Vaticano y se puso en contra del legado de Francisco” (eso pondrán en sus muros de soberbia). ¿Está en marcha un mayor despliegue de inversiones privadas en la agroindustria y minería? “Otra vez, las leyes para las grandes empresas, para robar del Estado” (opinarán alocadas como si fuera cierto que la inversión privada lucra con dinero público, algo insostenible, pero con tanto ignorante atolondrado, harán bulla por un rato).
Todo odian, buscan odiar, viven de odio, pero NO convocan, no lideran, se esparcen en el olvido. Y es que los y las progres y caviares emitiendo odios en las redes sociales y fracasando en sus convocatorias de revanchismo, han sido identificados como el lastre de la estupidez y el símbolo de la desfachatez. Triste final, merecido final.