La extraña situación que nos toca vivir, con la preocupación causada por una pandemia global, el prolongado aislamiento preventivo con el objetivo declarado de combatirla, una crisis económica severa y preexistente que se agrava y, en el caso de las escuelas, la imposibilidad de desarrollar con normalidad nuestra labor, nos preocupa y nos mueve a la reflexión.
Pensamos en el presente y fundamentalmente en el futuro: ¿qué sociedad nos espera a la salida de la actual coyuntura? ¿Cuál será nuestro propio rol y el rol del Estado en la reconstrucción de un tejido social tan dañado?
La crisis pone en evidencia desigualdades y carencias sociales previas pero, que ahora se ven agravadas y nos interpelan. En la actual emergencia la sociedad civil exhibe una notable resiliencia. Creemos que en la salida de la crisis es necesario fortalecer y no debilitar a la sociedad civil de la que somos parte, sus expresiones e instituciones, reconociendo al Estado un rol activo en el cuidado del bien común, pero no paternalista ni inhibidor de la energía creativa de los ciudadanos.
Cuando se habla de un nuevo diseño social, queremos afirmar la imprescindible necesidad de garantizar y fortalecer el pluralismo de opciones educativas legítimas, en el marco de la Constitución Nacional que garantiza a todos el ejercicio de los derechos de enseñar y de aprender.
En una sociedad democrática no pensamos todos igual y allí radica su riqueza. Tampoco todos creemos lo mismo, aunque hay y es deseable que haya valores compartidos. Pero de ninguna manera puede aceptarse la instalación de un pensamiento único impuesto de cualquier forma.
Específicamente en materia educativa, es imperioso seguir reconociendo y garantizando el derecho de los padres y de las familias de dar a sus hijos una educación consecuente con sus valores y con su propia identidad, incluso religiosa. Queremos defender la libertad de profesar nuestra fe, de cultivar nuestra identidad Católica y de comunicarla con convicción, respeto y alegría. Ese es nuestro aporte para cuidar la salud física, mental, y espiritual de nuestro pueblo.
Nos alarman signos de intolerancia, de persecución y de censura de tipo ideológico, que paradójicamente ocurren en nombre de una “tolerancia” que no es respetuosa de otras cosmovisiones y opciones religiosas legítimas. Y en esa misma línea, la imposición de materiales educativos ideológicamente sesgados, especialmente a las poblaciones más vulnerables y con mayor dificultad de acceso a una oferta educativa más amplia.
En particular, nos parecen inaceptables y demasiado peligrosas algunas denuncias contra escuelas confesionales por el hecho de proponer y defender ciertos valores constitutivos de su propio ideario.
Nos preocupan las consecuencias en la vida de nuestros alumnos, educadores y familias, de la extensión de las medidas de aislamiento preventivo. Compartimos la necesidad de cuidar la salud de todos, pero esa salud debe considerarse en forma integral, incluyendo el cultivo de la convivencia familiar y social, de los vínculos comunitarios, asociativos y culturales, del ejercicio de la libertad religiosa y el cultivo de la vida espiritual, el deporte… Los niños y adolescentes tienen la necesidad de encontrarse y expresarse juntos en el juego, el deporte, el arte, el contacto con la naturaleza y el patrimonio cultural, y también en el cultivo de la fe y las celebraciones religiosas de las que hoy y desde hace ya meses están privados.
Nota: El presente es un extracto del Comunicado del Consejo Superior de Educación Católica (Consudec) y la Federación de Asociaciones Educativas Religiosas de la Argentina (Faera)